MIEDO…PEOR QUE EL COVID

21/07/2020

APOCALIPSIS DEL MIEDO

Los cuatro jinetes y sus cuatro crisis, algunas fatalmente reales y otras previsibles, son una imagen que lejos de asustarnos y dejarnos arrastrar por sus consecuencias, deberían ponernos en guardia y generar las resistencias que permitan sobreponernos a las pérdidas ya generadas y hacer frente a las que pueden producirse.

PROGRAMACION PREDICTIVA

Hay tantas teorías, que ya no se con cual quedarme.

Está claro que el virus es real, existe y se propaga rápidamente.  Y que los muertos son reales, no se los ha inventado nadie.

Pero también creo que lo peor vendrá cuando el miedo ya esté instalado en la sociedad y solo tengan que decir “que viene el virus” para quitarnos la libertad cada vez que les convenga.

Como digo, tengo claro pocas cosas, pero de una cosa estoy segura: nos manipulan a su antojo a través de «sus» medios de comunicación.

USO OBLIGATORIO DE  MASCARILLAS

Lo cierto es que cada día entiendo menos esta situación.

El Ministerio de Sanidad ha cambiado totalmente de postura en lo que al uso de mascarillas se refiere, pasando de no recomendarlas más que en casos concretos,  a hacerlas obligatorias.

Durante meses, la Administración y el Gobierno ha mantenido una tesis científicamente justificada -no digo que acertada, pero sí con una mínima justificación.

Así, se ha negado la necesidad y la obligatoriedad de emplear mascarillas en el desarrollo de la vida privada y en la social, incidiendo en que solo se deben utilizar las mascarillas cuando exista una situación objetiva de riesgo (profesionales, enfermos o al actuar frente a personas de riesgo).

Quizás es porque antes no se podían comprar mascarillas, o eran muy difíciles de conseguir, y ahora se ha hecho necesario dar salida a la gran producción que existe en el mercado.

El covid ha sido, y es, un Virus mediatizado y viralizado.

Lo bien cierto es que el arma más importante en la lucha contra el coronavirus es la verdad.

Por eso, todo esto es una fatal confirmación del dicho de que

«no se confía en quien haya mentido una vez, incluso si dice la verdad».

LAS FALSEDADES DE QUIENES NOS GOBIERNAN

Esto es palpable en el caso de China, donde el virus apareció por primera vez.

Al comienzo del brote, cuando las posibilidades de contención aún eran altas, los cuadros y las fuerzas de seguridad del Partido Comunista Chino intimidaron a los médicos. Las evidencias fueron destruidas, los hechos negados. La consecuencia: primero una epidemia nacional, luego una pandemia global.

Desde que en Wuhan, con sus 11 millones de habitantes, con constantes neumonías y todo tipo de gripes y enfermedades, saltó la alarma se empezó una campaña muy sensacionalista. 

Se monitorizó la temperatura de sus habitantes y ya entonces, de forma inmediata, hilamos cualquier temperatura alta con coronavirus y, a su vez, relacionamos el coronavirus con una letalidad que, al final, va a ser mayor que las medidas tomadas contra él.

A todo esto, se llenaron los telediarios de datos sin contrastar con otras epidemias, de ansia por engullir a la población en las pantallas sin darle tiempo a pensar ni a reaccionar, sometiéndola a un estrés y una psicosis irresponsable en busca de audiencias y de competir a ver quién alerta más.

Esta crisis, esta llamada epidemia, no está producida por el virus.

Está producida por nuestra forma de vida, la vida competitiva y la supervivencia, insolidaria e injusta. Está construida sobre el miedo al futuro que cercena el alma de las gentes.

«Quizás algún día se demostrará que el virus no mata tanto como el miedo, la angustia, la depresión y el aburrimiento desvitalizador, que puede acabar con la vida de muchas más personas».

Y al final nos cobraran por respirar: los que no mueren de covid mueren de la pura mascarilla…

Quiero apelar a Aristóteles para aplicar aquel sabio pensamiento de que “la virtud está siempre en el término medio”.

MOTIVOS PARA LA CALMA

La calma no vende mascarillas ni llena supermercados ni provoca un gasto en vacunas desmesurado. 

Como primer indicio de este hecho, 810€ han llegado a cobrar en un hospital privado madrileño Ruber Internacional por una prueba para detectar coronavirus.

¿Quién puede medir los daños psicológicos, emocionales y físicos de mantener a una población aislada y lejos de sus seres queridos? 

¿Cómo ha afectado esto a nuestro sistema inmune?

¿Cuántas de las personas enfermas no lo están más por el nivel de estrés al que hemos sido sometidos?

¿Cuál va a ser el síndrome post traumático de todo esto?

Por otra parte, teniendo en cuenta que en España la primera causa de muerte no natural es el suicidio;  ¿Dónde están las cifras de suicidio actualmente?

¿Qué consecuencias ha tenido el aislamiento y la falta de contacto en las personas con tendencia a la depresión o enfermedades metales? 

¿Cuántas mujeres han muerto por violencia de género en estos días?

¿Qué ocurría si durante este colapso económico, al borde del abismo, nos sorprendiera algún tipo de catástrofe natural, como los incendios o inundaciones de hace meses? 

¿Cuántas víctimas podrían venir ante un sistema paralizado y un pánico generalizado al contacto con el otro? 

¿Tendremos el próximo invierno, o el siguiente, otra edición de un nuevo coronavirus?

RESPONSABILIDAD

Me parece curioso con qué facilidad la gente apela a la responsabilidad ante la situación. 

Pero lo siento, no creo en apelar a la responsabilidad después de que hayan tenido la irresponsabilidad de haber creado este caos. 

Considero que la responsabilidad es también poner en duda medidas negligentes como alarmar a toda una población ante un mal mucho menor del que nos hacen creer.

Yo no digo que la situación no sea terrible, especialmente para las personas que lo padecen y sus allegados.

Y que seguramente la cuarentena y el confinamiento fueron medidas necesarias para limitar la expansión de la epidemia.

Lo que digo es que muchas otras enfermedades que nos rodean, nos traen miles de tragedias todos los años. Todo depende de si pones un foco constante en ellas o, por el contrario, les dedicas un tiempo proporcional en los medios.

Pero ahora resulta que el enemigo del pueblo es un virus. Y toda la masa a luchar contra él.

Lo siento pero no me lo creo. Como dice el doctor Karmelo Bizkarra se le están dando cualidades humanas al virus como si fuera un invasor, otorgando al virus lo peor de los humanos cuando “es el ser humano el que actúa sobre el virus y no al revés”.

Estamos perdiendo de vista que cualquier germen (virus, bacterias, hongos), sólo germina cuando encuentra las condiciones adecuadas para ello.

Obviando que quizás también, el abuso de medicamentos, (además de ser la tercera o cuarta causa de muerte), puede provocar alteraciones graves entre los microorganismos, propiciando la aparición de gérmenes más o menos patógenos y/o “mutantes”.

Y eso sin tener en cuenta que el miedo, el pánico, la ansiedad, la angustia, la depresión…, provocan un déficit del sistema inmunitario que abre las vías a cualquier infección-inflamación, que desequilibra aún más el sistema y favorece la aparición de enfermedad.

En vez de convertirnos en cazadores de virus y microbios, convirtámonos en hacedores de nuestra salud y vida.

De otra manera ocurrirá lo que muchas veces ha ocurrido: primero te venden la enfermedad y luego te venden la curación; no sólo para este mal, sino para todos tus males.

Dentro de poquitos meses tendremos vacunas, no suficientemente probadas, y antivirales para todos.

 ¿No le conviene todo esto a aquella industria que gana más, cuantos más enfermos hay en el sistema?

Lograrán con esto, no solo que se mediquen las personas enfermas, sino que lo hagan las sanas. Una buena manera de aumentar el negocio.

Y la paranoia sigue aumentando.

También considero un error pensar que la gente va a hacerse responsable desde el miedo. Más bien, el propio pánico provoca fugas peores por otros lados.

Después de todo, desatando una alarma de este calibre no se puede esperar que la gente actúe de una forma diferente en urgencias que en los supermercados.

Ante los medios, ocurre lo mismo; cuando la gente habla de «si le pego el coronavirus a mi abuela o a mi abuelo» da por hecho algo que es muy improbable pero que los medios le han hecho ver como muy posible (sin que esto signifique no tomar medidas con respecto a los mayores).

Deja de ver la televisión

EL SISTEMA SANITARIO

Es evidente que lo difícil es que haya medios sanitarios para atender un virus de esta envergadura.

Desde el principio no me he identificado con el sentimiento de agradecimiento innecesario desde los balcones.

Creo que todos han terminado siendo carnaza del hipnotismo mediático, y que hacer creer con aplausos que son «héroes», ha alimentado el poder inculcar mejor «el virus del borreguismo colectivo».

Lo que realmente he visto es la vulnerabilidad del actual sistema sanitario. Por ello considero necesario una revisión de este sistema de salud que está basado, casi en un cien por cien, en luchar contra la enfermedad en vez de favorecer la salud.

Por ejemplo, nuestro sistema médico, anclado en luchar contra la enfermedad, ya hace tiempo que reconoce que el uso y el abuso de antibióticos está produciendo el grave problema de las resistencias a los antibióticos y la aparición de bacterias “mutantes”. 

Manuel Elkin, inmunólogo creador de la vacuna de la malaria, apunta que “estamos entrando en un juego mediático sin sentido”. Advierte también que «hay que tener los ojos bien abiertos pero sin entrar en pánico ni en medidas extremas y contraproducentes».

Elkin ha declarado que «lo lógico es aislar exclusivamente los casos de contagio y hacer un estudio de los allegados al infectado».

Lo que cada día tengo más claro es que nuestra salud no depende de la industria farmacéutica, ni depende del sistema sanitario.

En el año 1974, el informe Lalonde, ya mostró que los hábitos de vida tienen un 43% de influencia en la salud, mientras el sistema sanitario (médicos, hospitales, atención de enfermería, etc.) sólo influye en un 11%. 

Y sin embargo éste se lleva la mayor parte del presupuesto sanitario, en lugar de fomentar una educación para la salud.

¿RAZONES PARA EL MIEDO?

Primero me gustaría empezar explicando cómo hemos llegado a esta situación en la que, precisamente, los medios de comunicación han sido decisivos. 

Todo el día realizando el conteo de los casos de contagio y muerte por coronavirus, no vaya a ser que la gente se despegue de las pantallas.

Las consecuencias negativas es que distraen el funcionamiento habitual de los servicios sanitarios, que se someten a un estrés innecesario.

Es decir, no es que sólo no haya medios para atender al virus, sino que no hay medios, sobre todo, para atender al pánico creado en torno a él.

La situación en la que estamos me recuerda a aquella persona, responsable principal de una familia, que era muy austera y que decidió que su familia viviera en la pobreza para evitar la pobreza.

Pues en este caso vivimos en la alarma y el colapso para evitar la enfermedad.

Evitar la enfermedad para convertirnos a todos en enfermos. Como si el miedo no fuese la verdadera plaga.

Evidentemente el factor de riesgo varía si te dedicas a mezclarte con miles de personas y no tienes ninguna precaución. 

Pero con medidas de higiene básicas y un comportamiento responsable, las posibilidades siguen siendo escasas.

También es cierto que habrá personas que hayan pasado el coronavirus y no se hayan enterado, o simplemente, lo han pasado y han aguantado en sus casas.

En todo caso, esto se convertiría en una buena noticia ya que significaría que el ratio de letalidad es menor del que le asignan.

SI A LA NATURALEZA, Y NO AL MIEDO


Los pájaros se escuchan en las ciudades, el aire es más puro, el agua más cristalina, los delfines y los cisnes vuelven a Venecia.

La naturaleza recupera su espacio.

Quizás también debamos pensar en cómo se sienten los animales cuando les confinamos en jaulas. 

Quizás debamos aprender mucho de esto y ralentizar nuestro ritmo, conformarnos con menos para obtener más.

Y para terminar y si tuviese la suerte de que las autoridades me leyesen les diría:

«No mataréis al virus, puesto que es parte del ecosistema al que pertenecemos: LA VIDA».

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